
El Congreso que se posesionará el 20 de julio no es radicalmente distinto al que hoy termina aunque sí tiene varias diferencias significativas, varias de ellas por cuenta de las 5 nuevas curules para la Farc.
Estos son 10 de sus principales características:
Aunque el voto de opinión incidió fuertemente, con las históricas votaciones de Álvaro Uribe y Antanas Mockus, la refrendación del gran apoyo a Jorge Robledo y los cuatro senadores de la “Lista de la decencia” de Gustavo Petro, de los 277 congresistas elegidos el domingo, por lo menos 227 son políticos tradicionales (entendidos como políticos que han hecho carrera a punta de maquinarias políticas) o fichas de políticos tradicionales. Y eso contando a los 10 congresistas de la Farc como no tradicionales.
A pesar de esa cifra, entre los 50 no tradicionales hay congresistas que llegaron con un gran caudal y que por lo tanto arrancan con la visibilidad que dan votos de opinión. Por ejemplo, los votos de Gabriel Jaime Velasco y Catalina Ortiz en el Valle, nuevos congresistas que llegaron sin maquinaria política, les dan visibilidad en la opinión de su departamento y la posibilidad de tener influencia, algo como lo que lograron en esta legislatura congresistas como Claudia López, Iván Duque, Paloma Valencia o Angélica Lozano.
Los cuatro partidos que formaban la Unidad Nacional (Liberal, Conservador, La U y Cambio Radical) suman 59 senadores, justo uno por encima de la nueva mayoría de 58. En Cámara formarían un bloque de 111, un margen amplio para la mayoría de 86.
Eso muestra que la famosa mermelada no funcionó en estas elecciones o se acabó antes de tiempo. Las bancadas más fieles al Gobierno, La U y la liberal, no obtuvieron buenos resultados.
La cuenta de los votos de la Unidad Nacional es especialmente relevante si llega a la Presidencia Germán Vargas, porque es poco probable que tenga el apoyo de otras bancadas y por eso incluso él, que es el candidato más cercano a los congresistas, llegaría con una mayoría estrecha.
Es mayoría podría crecer si logra sumar al Centro Democrático a su coalición de Gobierno, algo que en principio no parece fácil por varios motivos.
Uno es que el uribismo ha crecido sin estar en el poder y en parte gracias a su oposición al gobierno de Juan Manuel Santos, del que Vargas fue vicepresidente. Por eso, estratégicamente puede tener sentido mantenerse en la oposición frente a un gobierno de Vargas.
Otro es que, de armarse esa alianza, es difícil que el liberalismo haga parte de ella, e incluso parte de La U. Y si esos dos partidos, o partes de ellos, llegan a donde Vargas, podrían dificultar el ingreso del uribismo.
Por último, esa alianza sería particularmente difícil si Duque y Vargas se enfrentan en segunda vuelta, un escenario que hoy no es imposible.
Si llegan otros candidatos, pueden llegar sin gran apoyo.
El que más podría lograr sería Iván Duque. Si logra ganarse a todas las bancadas de derecha (es decir, sumar la conservadora, vargasllerista y de La U a la de su partido), tendría 64 senadores. Pero sin La U o sin Cambio no alcanzaría la mayoría de 58, por lo que quedaría dependiendo de ellos.
En Cámara podría sumar 108, una mayoría amplia pero que dependería de tener a todo Cambio de su lado.
Los demás candidatos no lograrían arrancar con mayorías a menos de que sumen bancadas de otras orillas.
Por ejemplo, si Gustavo Petro gana y logra el apoyo del Polo, los liberales, los indígenas, los verdes y La U (algo que igual es improbable) solo sumaría 76 representantes y 49 senadores. Sin La U, bajaría a 51 y 35, respectivamente, muy lejos de las mayorías necesarias.
Es casi imposible que sume más bancadas, pues el uribismo, el conservatismo y el vargasllerismo están en las antípodas ideológicas del ex alcalde y de hecho muchos de sus miembros hicieron campaña mostrándose como el antídoto a un gobierno de él.
Para Humberto de la Calle, una coalición amplia con los liberales (su partido), La U (en la que tiene puentes como Roy Barreras y Armando Benedetti) y los verdes (a los que les ha coqueteado), sumaría 38 senadores y 69 representantes.
Si llegara a sumar a los conservadores, algo improbable pero no enteramente imposible dada la tendencia de éstos a acercarse a los gobiernos liberales, podría sumar 53 senadores (por debajo de la mayoría de 58) y 90 representantes (justo por encima de la mayoría de 86). Necesitaría el apoyo del Polo, algo difícil dado el carácter tradicional de oposición de esa bancada.
Es prácticamente que sume a los uribistas, que lo han acusado de entregarle el país a la Farc en La Habana, y difícil que atraiga a los vargaslleristas, después de que en campaña están tratando de quitarle el apoyo de su propio partido.
El caso de Sergio Fajardo es particular, pues como alcalde y Gobernador demostró que puede gobernar sin armar una coalición con representación política, pero con un respaldo amplio con prácticamente todos los grupos, excepto la izquierda más dura.
En principio, la paz tiene buenas perspectivas. De los 107 nuevos senadores, 51 son actualmente congresistas y votaron a favor de refrendar el Acuerdo con las Farc, contra solo 15 que votaron en contra. Eso significa que, si ninguno cambia de postura, basta que 8 de los nuevos estén a favor para que las reformas que faltan por pasar tengan luz verde.
Y esa cifra es fácil de obtener, pues en los 41 futuros senadores que no eran congresistas están los 4 petristas, 5 de la Farc, 2 indígenas, 1 del Polo y 7 verdes. Es decir, 19 votos fijos a favor, que con los 51 llegarían a 70.
Sin embargo, no es claro que los 51 que votaron a favor lo vuelvan a hacer en un gobierno que se oponga al Acuerdo, como sería el de Iván Duque, o que le tenga grandes objeciones, como sería uno de Germán Vargas.
Si se bajaran solo los 10 futuros senadores conservadores y los 9 de Cambio que votaron Sí pero que seguramente estarían en esas coaliciones de Gobierno, los votos a favor bajarían de 72 a 51, por debajo de la mayoría de 58.
Y eso sin contar con que la iniciativa legislativa del Gobierno seguramente también se movería para reducir el alcance del Acuerdo o directamente para desconocerlo.
Por eso, al final el Congreso nuevo no garantiza el futuro de la paz, sino que depende de quién sea el nuevo presidente.
La participación de las mujeres en el Congreso no cambió significativamente: aunque crecieron en el Senado de 22 a 25, en la Cámara cayeron de 34 a 31. Y, con un Congreso que creció en 10 curules, eso significa que promocionalmente serán menos.
Además, de nuevo hay varias que son más fichas de hombres que figuras propias.
Entre las 17 nuevas senadoras hay tres que son fichas de senadores salientes (Esperanza Andrade, hermana de Hernán Andrade; Soledad Tamayo, hermana de Fernando Tamayo; y Laura Fortich, sobrina de Álvaro Ashton) y dos uribistas que llegaron impulsadas por políticos locales (Amanda Rocío González, sobrina del Gobernador de Casanare y quien sin trayectoria política previa sacó uno de cada cuatro votos de ese departamento, y Ruby Chagui, jefe de prensa de Álvaro Uribe e hija del alcalde de Cereté, donde sacó uno de cada nueve votos).
Y en las 23 nuevas representantes están la hija y heredera de un ex gobernador de Amazonas, Yénica Acosta; la hija del concejal más votado de Barranquilla, Karina Rojano; la ex senadora y heredera de sus hermanos Odín y Patrocinio, Astrid Sánchez Montes de Oca; la esposa del ex representante Yahir Acuña, Milene Jarava; o la hermana y heredera del ex senador Manuel Enríquez Rosero, Teresa.
Aunque en el Congreso hay víctimas del conflicto como Álvaro Uribe, Óscar Tulio Lizcano o Iván Cepeda, solo quedaron los que son políticos.
Los líderes de víctimas ya habían perdido una gran posibilidad de llegar cuando se hundieron las 16 circunscripciones especiales que para los opositores del Acuerdo iban a caer en manos de grupos afines a la Farc. Y los que lo intentaron sin ellas, no lograron llegar.
Por ejemplo, Soraya Bayuelo se lanzó a la Cámara de Bolívar por el Partido Liberal y se quemó con poco menos de cinco mil votos; Juan Carlos Quintero, líderes de Ascamcat, Odorico Guerra, quien se lanzó al Senado por la Alianza Verde, no llegó a los tres mil; o Francia Márquez, que se lanzó a la Cámara por la circunscripción afro, se quemó aunque sacó casi ocho mil votos.
Eso por no hablar de la quemada de la senadora liberal Sofía Gaviria, que en 2014 llegó con el apoyo de una alianza de varios grupos liberales de Antioquia (encabezados por el de su hermano, el entonces alcalde de Medellín, Aníbal) y que buscó repetir como cabeza de la Federación de Víctimas de las Farc. Sacó menos de 15 mil votos, la votación 26 en su lista liberal.
O de Clara Rojas, que se quemó buscando la reelección a la Cámara en Bogotá con poco más de 10 mil votos, la quinta votación de la lista liberal que solo obtuvo una curul.
En el Senado habrá 41 abogados contra 22 administradores, 6 economistas, 4 médicos, 4 comunicadores, 4 ingenieros y grupos más pequeños de otras profesiones. De resto hay varias profesiones de ciencias sociales, arquitectura y demás.
En la Cámara habrá otros 61 abogados, 19 ingenieros, y 10 médicos y odontólogos y 6 economistas.
Al final, el Congreso va a representar a un país donde derecho y política se suelen mezclar y en el que las discusiones públicas terminan usualmente en debates legales.
Además, deja temas técnicos en manos de los pocos congresistas que tienen herramientas para ser expertos en ellos, y hace que el Congreso tenga menos capacidad para hacer debates asuntos técnicos que deba definir el Gobierno, lo que le deja más margen de maniobra a éste.
Con datos de edad de 160 congresistas, queda claro que este Congreso será más de jóvenes que de viejos. Por lo menos 46 congresistas de menos de 40 años y la mitad, por lo menos 25, de más de 60.
Eso es más así en la Cámara que en el Senado, algo que es natural en la medida en que un político de carrera suele ser representante antes que senador. Eso porque de los 77 senadores electos de los que tenemos datos, 14 tienen menos de 40 años mientras que 18 tienen más de 60.
De los 235 congresistas electos de los que tenemos datos, 58 tiene maestría y 2 doctorado. En cambio, del actual tenemos datos de 234 congresistas, ninguno tiene doctorado y hay 39 con maestría.
Otra muestra de ese aumento de nivel creciente de estudios es que entre los electos hay 97 con especialización, un tipo de estudios que es poco usual en otros países y que más que estudios avanzados en un asunto, ayuda a preparar a un profesional para concentrarse en un área.
En contraste, sabemos de 10 que solo tienen bachillerato (incluyendo varios que terminaron materias de un pregrado, o casi, como Karina Rojano, Gabriel Santos y Fabián Díaz, todos representantes a la Cámara).
Los ocho departamentos del Caribe pasaron de tener 31 de los 102 senadores actuales a 27 de un Senado ligeramente más grande.
Esa reducción se debe a que si bien llegan siete senadores que no eran congresistas, los afectó la reducción de La U, que perdió las curules de los detenidos Ñoño Elías y Martín Morales, y la de Sandra Villadiego.
Además, Sucre pasó de tener 5 a 3 senadores (no llegaron las herederas de Teresita García ni Mario Fernández, y se quemó Antonio Correa), un golpe fuerte para un departamento pequeño y sin mayor sector privado, pues probablemente pierda influencia ante el Gobierno. Algo similar, aunque en menor dimensión, ocurrió en Córdoba, que pasó de 9 a 6 senadores, incluyendo a Victoria Sandino, de la Farc.
Fuente: La Silla Vacía.