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Wasserman, defensor del compromiso social a favor de la ciencia y la tecnología cuestiona, en el Diario El Tiempo, el posible e importante recorte al presupuesto para Minciencias en 2024

Hace unos días se publicó el anteproyecto de presupuesto nacional 2024. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación tiene un ‘techo indicativo’ de 257.202 millones de pesos, menos de la mitad del Ministerio del Deporte. El ministro aclaró que esta propuesta es inicial y que podrá mejorar, como el año pasado. Pero la inflación ha sido de 13 %; la devaluación, de 16%, y aun así el techo indicativo para el 2023 fue 7 % mayor.

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Esto señala el pobre lugar que ocupa la ciencia en las preocupaciones del Gobierno, y la renuncia al lema de campaña de “convertir a Colombia en potencia de conocimiento”. Me siento mal haciendo comparaciones odiosas, pero el Gobierno (y gran parte de la población) no parecen entender la situación; algo de dramatismo podría despertar inquietudes: el MIT, una de las universidades líderes en investigación científica y desarrollo tecnológico, con 12.000 estudiantes y 1.000 profesores, contó para el 2022 con un presupuesto de 3.100 millones de dólares (sin contar administración). Eso equivale a 55 veces el presupuesto asignado aquí, para todo el país.

Se dice que el ministerio no es el único responsable y que hay otras fuentes; una de ellas, la inversión privada. Eso puede ser cierto en otros países y para fases avanzadas en el desarrollo de productos. Algunos metaestudios (citados por la Misión de Sabios 2019 en su informe) muestran que la inversión privada solo empieza a ser significativa cuando la del Estado supera el 0,7 % del PIB, y nosotros hace años estamos estacionados en el 0,25 %.

Otra fuente, que se presenta como sustitución del Presupuesto General de la Nación, es el 10 % de las regalías que el acto legislativo 5 de 2011 destinó para ciencia. Pero las normas que lo regulan son las mismas que se usan para obras de infraestructura, no apropiadas para investigación. No soportan la incertidumbre, que es una característica esencial de los proyectos en ciencias.

Las convocatorias con esos recursos son pesadas, llenas de condicionantes de carácter político y social que sepultan las ideas centrales en medio de requisitos inabordables (como vistos buenos de gobernadores, equilibrios regionales, étnicos y de género, asociaciones temporales de múltiples actores, etc.). Son requisitos loables, pero es iluso pretender que sean parte de los objetivos de todos los proyectos; deben responder a otras estrategias.

El hecho contundente es que, en los 12 años de vigencia, los recursos de regalías se han dispersado, dejado de usar, o redirigido. Hay dos mundos separados, el de proyectos de Minciencias (antes Colciencias), que es cada día más reducido, y el de proyectos de regalías, a los que solo se puede acceder con una estructura de soporte, administrativa y política, que pocos tienen. Varias alianzas con proyectos aprobados en convocatorias recientes han renunciado por esas dificultades.

El ministerio tiene, a mi entender, dos tareas fundamentales. Una es vigilar nuestro sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación para detectar oportunidades y fallas, y proponer iniciativas y soluciones. La otra es mantenerlo en crecimiento y diversificación permanentes. El sistema está compuesto por instituciones y es más rico en cuanto más diversas sean y más asociaciones se generen. Pero en últimas, la unidad básica, incluso en las instituciones más sofisticadas, es el grupo. En él surgen las ideas e hipótesis, se hacen experimentos y diseñan observaciones, se calcula, se escribe, y se construyen modelos y prototipos.

De la inteligencia del ministerio depende que los grupos prosperen. Para eso se necesita un buen presupuesto, continuo y confiable, una institucionalidad sólida, y una normativa coherente con la esencia del trabajo científico. No basta con consignas, aunque suenen bien.

Fuente: Observatorio de la Universidad Colombiana.