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El regreso gradual a la presencialidad no responde a disminución de demanda. Pandemia confirmó que virtualidad y otras opciones les están quitando estudiantes a IES presenciales. ¿Qué hacer?

¿Qué pueden hacer las IES tradicionales, que han crecido a partir de la presencialidad en momentos en que, además del auge de la virtualidad por la pandemia, se confirmó que es posible estudiar de forma remota, que cientos de miles de estudiantes presenciales van a regresar a cuestionar muchas de las pedagogías del aula de clase, así como los tiempos, ritmos y protocolos de la presencialidad, y que otros miles de bachilleres de colegios tradicionales -presenciales- hoy son expertos en virtualidad y seguramente se animarán a estudiar en programas de IES extranjeras, en línea y en dinámicas muy diferentes?

Aunque aún no se conoce la realidad del efecto Covid 19 en la matrícula del sistema de educación superior, bien porque el Ministerio de Educación toma casi un año para “actualizar” las cifras (sólo en noviembre de 2020 publicó las cifras de matrícula de 2019), y porque las IES se han encerrado para tratar de sobrevivir a la baja de la demanda y por orgullo institucional no reconocen su situación, hay tres hechos que son definitivos e irrefutables:

Primero, que la demanda viene cayendo desde 2.017 como consecuencia de la baja en la natalidad, en el aumento en la oferta, en la llegada de IES extranjeras, en la aparición de otras modalidades informales y no formales de educación y hasta en el mismo descreimiento sobre si la Universidad es la respuesta que los jóvenes quieren con miras al mundo laboral.

Segundo, que la virtualidad venía creciendo antes de la pandemia y que tras el Covid se disparó. Que los académicos críticos de la virtualidad (o como quiera llamársele) tuvieron que “pasar agachados” y resignarse a trabajar de forma virtual para sobrevivir, y que, las cifras lo confirmarán, el aumento de programas e IES virtuales, con costos, programas, alternativas y titulaciones muy llamativas, ya no son una amenaza para ellos, porque han pasado a ser sus rivales directos.

Y tercero, porque si bien algunas IES de naturaleza presencial han aumentado su matrícula en la pandemia, esto se explica solamente en el hecho de que son mayoritariamente instituciones oficiales que, apoyadas con recursos de los gobiernos nacional y local, están favoreciendo la matrícula cero. Es decir, en el mediano plazo se verá el resultado de miles de bachilleres, que originalmente estaban llamados a matricularse en IES privadas presenciales, que terminaron en las públicas por los beneficios de matrícula.

Según cálculos del Gobierno Nacional (CONPES 4023) “en educación superior, las medidas iniciales de confinamiento impactaron al 80 % de los estudiantes matriculados, afectando a cerca de 1,9 millones de estudiantes. Este proceso obligó a docentes y estudiantes a cambiar las formas de interacción presenciales, por métodos con Tecnologías Digitales (TD). Ya que el 90 % de la oferta en educación superior se encuentra diseñada para la presencialidad, y que no todas las IES contaban con las plataformas ni los recursos tecnológicos apropiados para la enseñanza virtual, las medidas contra el COVID-19 han ocasionado desigualdad en el acceso, calidad y permanencia en la educación superior”.

La matrícula en la presencialidad seguirá siendo mayor, por lo menos en el corto y mediano plazo, pero en un escenario de más IES y programas, la reducción de estos en algunos estudiantes puede afectar sus presupuestos y hasta su viabilidad institucional.

Las estrategias que las IES presenciales deben desarrollar para retener estudiantes

Por esto ya no se trata, como algunos erróneamente han querido presentar la situación, de comparar los beneficios o no de la presencialidad con respecto a la virtualidad. El sistema lleva más de un año tratando de hacerlo sin un resultado contundente. Para gustos y disgustos, ambas metodologías (presencial y distancia – virtual), enseñan y titulan y para efectos del mercado laboral las diferencias no parecen ser determinantes.

Así, el referente no puede estar sobre los contenidos-aprendizajes (tradicionalmente en las notas del profesor y los libros de biblioteca y ahora en Google y los distintos softwares), porque claramente lo presencial depende cada vez más de lo digital.

De lo que se trata (intentando superar la discusión de cuál es mejor), es de hacer valer las respectivas experiencias de aprendizaje.

La virtualidad, por su relación con la tecnología y su relación con la modernidad, ha venido a destrozar muchos de los elementos pedagógicos tradicionales. Es llamativa, rápida, coloridad, intuitiva, accesible, universal, multilenguaje, interactiva…. y en los tiempos y modos deseados, y contra eso le es difícil a la presencialidad ganar en el imaginario y experiencias de los jóvenes.

¿Cómo van a pretender, las IES tradicionales presenciales, matricular nuevos estudiantes, que vienen con la mentalidad digital, reforzada en la pandemia, para que lleguen a aulas frías y lejanas, a que un profesor les “dicte” clase, en extensos horarios y con pedagogías análogas, sincrónicas y con un mismo y único ritmo de evolución de la clase?.

Cuando inició la pandemia fue consenso decir que eso constituyó una oportunidad para que las IES se reinventaran, y con susto y preocupación muchos directivos universitarios se preguntaron el cómo hacerlo. Tras casi un año de encerramiento, y con miras al regreso gradual a la presencialidad, se ve con más claridad que el reinvento puede iniciar con mejoras en los aspectos básicos de dicha experiencia de usuario (estudiante), para que éste vea que lo presencial también tiene enorme fuerza y valor en el aprendizaje, en el relacionamiento, en la práctica y en el ejercicio interdisciplinar.

Suena lógico, pero ha sido poco aplicado: Las IES presenciales deben apostarle a hacer valer los beneficios de la presencialidad, así como las virtuales han sabido vender los beneficios de lo digital.

Por todo esto, si las IES presenciales, tradicionales o no, quieren retener estudiantes, deben:

  • Llevar la tecnología al campus. No hacerlo es darle la espalda a la realidad y al lenguaje de los jóvenes. Y esto va más de poner wifi en toda la IES.
  • Rediseñar las aulas. Menos “cárceles”, más color, entorno, música, video, espacios de construcción, interacción, visita, descanso. Salones que puedan cambiar su organización, usos y tamaños en cuestión de segundos.
  • Reprogramar los horarios de clase. Y por qué no hasta el concepto de crédito académico (48 horas por crédito en el mundo de la tecnología parecen demasiado). 16 semanas para un curso, también. Revisar el esquema de varias materias por día. Pensar en la comodidad del estudiante y lo que significa el desplazamiento de dos y tres horas al día (como en Bogotá) para ir a ver una sola asignatura. Para IES con la posibilidad de hacerlo, incluso contemplar la posibilidad de contar con centros satélites en la ciudad, para favorecer la concentración de estudiantes y evitar sus desplazamientos en medios de transporte masivo.
  • Llevar la empresa, los laboratorios y escenarios de práctica al campus. La formación dual no debe ser una opción.
  • Muchos, muchos, espacios de bienestar, dentro y fuera del aula, que justifiquen y motiven al estudiante a ir a su IES, a quedarse allí, a interactuar con sus compañeros, a ver (literalemente) a sus docentes en cualquier espacio de la institución y no sólo en el salón de clases, a que sus tiempos libres los disfruten con sus amigos dentro de la IES y no fuera, y al desarrollo de muchas, muchas, actividades extracurriculares y de interacción con compañeros de otros niveles y programas de estudio. Reinventar las bibliotecas, quitar los protocolos de seguridad y de desconfianza y romper barreras.
  • Crear espacios para los estudiantes: físicos, de tiempo y programación académica, para que puedan desarrollar sus habilidades, expresar y socializar sus apuestas de vida y favorecer la integración de proyectos interdisciplinarios y grupales.
  • dar un enorme valor y reconocimiento a los docentes; replantear su rol curricular, su experiencia profesional y de vida, su papel como consejero permanente, presente y de confianza. Más que vacas sagradas, los estudiantes requieren docentes que sean los amigos que no encuentran en línea.