
Aunque no es un desafío fácil, más y más jóvenes están encontrando salidas en el autoaprendizaje, en la formación de toda la vida (“long life learners”)
Muchos jóvenes embarcados en la educación superior se preguntan: ¿Invertir más años en estudios universitarios para graduarse y no encontrar trabajo? ¿O para recibir una remuneración de lástima? ¿O contratos mal pagos, intermitentes? ¿Pagar las costosas matrículas privadas para darse cuenta de que lo estudiado poco tiene que ver con el mundo real? ¿Qué alternativas hay?
La educación superior viene en crisis desde hace años; sin embargo, con la pandemia y la recesión de la economía, las preguntas han obligado a muchos a tomar decisiones que no hubieran imaginado tiempo atrás.
Aunque no es un desafío fácil, más y más jóvenes están encontrando salidas en el autoaprendizaje, en la formación de toda la vida.
Sin embargo, más jóvenes se hacen la pregunta de si el esfuerzo vale la pena. Y la pandemia, como en el caso del catalizador, los ha puesto contra la pared. ¿Pagar los altísimos costos de las matrículas en el caso de las universidades privadas, invertir años de estudio para ganar salarios bajos o, simplemente para engrosar las filas del desempleo? Los avances mensuales del Dane muestran la tragedia del desempleo de los jóvenes, crónica, aunque ahora es verdadera realidad aumentada.
________________________________________________________________________________
Si es posible estudiar un curso de programación gratuito en la Universidad de Stanford y complementarlo con otros de MIT, ¿para qué pagar el estudiante costosas matrículas en universidades de discutible calidad?
________________________________________________________________________________
El mundo se dirige hacia nuevos modelos de aprendizaje que no necesariamente pasan por el aula universitaria, al menos en el sentido presencial. Se trata de cómo formarnos para ser aprendices de toda la vida (“long life learners”). Las oportunidades de realizar estudios breves alrededor de temas puntuales están servidas. En algunos casos, incluso, hay la opción de los llamados “nano-grados” que certifican los estudios realizados.
Es, será, preferible para muchos jóvenes, dedicar parte de su tiempo a la adquisición de competencias y conocimientos de manera enfocada, con criterio de hacerlo en forma permanente, es decir, durante toda la vida.
¿Se acabarán las universidades? No; sin embargo, las que sobrevivan tendrán que adaptarse a las nuevas necesidades de los jóvenes y el país. De hecho, parte importante de la oferta de cursos breves en línea (y también off-line) proviene de centros de educación superior de alta calidad de países considerados como economías del conocimiento.
Si en un mundo caracterizado por la ubicuidad (comunicarnos cómo, cuándo y dónde queramos) nos es posible, por ejemplo, estudiar un curso de programación gratuito en la Universidad de Stanford y complementarlo con otros de MIT , ¿para qué va a pagar el estudiante costosas matrículas en universidades de discutible calidad?.
Fuente: Diario Las 2 Orillas.